
Las razones por las que The Witch es la película que inaugura la presente edición del Festival de Cine Fantástico de Sitges -y no entra en competición- están tan claras como el agua. La maestría y el arte que hay en The Witch, dirigida por el debutante Robert Eggers y galardonado a la mejor dirección en el Festival de Sundance 2015, podrían caer en el olvido si la cinta no se lleva ningún galardón, cosa que tras su visionado en el primer día del Festival, es totalmente impensable.
Robert Eggers realiza una película inspirada en la mitología fundacional de los EE.UU. Se trata de las historias de brujería que los puritanos (exiliados políticos de la Guerra de Secesión inglesa del siglo XVIII) protagonizaron en medio de una explosiva histeria colectiva, cuyo capítulo, más célebre, aunque no el único, fue el caso de las Brujas de Salem. El encuentro de estos fanáticos religiosos con las religiones indígenas y con una naturaleza tan exuberante como salvaje, marcaron el desarrollo de herejías que los improvisados tribunales puritanos saldaron con la quema de miembros de sus congregaciones.
En The Witch una familia de estos puritanos es expulsada de su comunidad por su aún más extremo radicalismo en la interpretación del Evangelio. Condenados a un nuevo exilio en tierras salvajes, la familia tendrá que hacer frente a fuerzas malignas que diezman a sus miembros y emponzoñarán sus relaciones. En un clima envolvente e in crescendo la historia desarrolla todo tipo de vínculos y desafecciones familiares en un ambiente de desconfianza, rencor y fanatismo religioso. La cámara de Robert Eggers realiza planos minuciosos y pictóricos, en la línea del gusto de Theodoro S. Dryer cuando retrataba a sus personajes de época. La banda sonora está inspirada en melodías tradicionales de la época y ejecutada con instrumentos antiguos, facilitando la inmersión ambiental del espectador, acomodándole en una historia de horror cuyas referencias mitológicas se encuentran en el folklore europeo.
Hipnotismo, sugestión o realismo mágico son términos que el guión de The Witch maneja jugando a un despiste menos obvio de lo que parece. La familia se encuentra con el fenómeno de las brujas de forma natural, como si el Nuevo Mundo fuera territorio infernal para brujas y demonios, como si las maldiciones a las que sucesivamente deben hacer frente fueran un ataque a sus férreas creencias religiosas. No obstante, que el guión traslade la mitología brujeril europea a Nueva Inglaterra presenta una contradicción con respecto a las supuestas intenciones realistas del guión. Ni sí ni no; Robert Eggers deja un campo abierto al espectador que crea en el poder de la sugestión si se siente incómodo con la hipótesis fantástica, pero también proporciona los elementos necesarios para aquel que disfrute con la historia de horror se encuentre con un relato sobre brujería sólido y aterrador.
The Witch puede ser la obra maestra del horror del 2015, quizás algo parecido a la película que Rob Zombie quiso hacer y que se saldó con el fiasco de Lords of Salem. Esta es una obra de arte con un exquisito cuidado en la puesta en escena que no renuncia a su lectura fantástica y que en su giro final podrá obtener detractores y admiradores, pero todos ellos convendrán en que el guión ha alcanzado la fibra sensible de algunos de nuestros miedos atávicos y, además, nos ha relatado un pedazo de la sangrienta y atropellada historia de la nación más poderosa del mundo.
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Alfredo Paniagua
@ColumnaZeroCine