CRÍTICA CINE: REFUGIADO

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Una crítica de Alexis para ColumnaZero Cine.
Una crítica de Alexis  Rodríguez para ColumnaZero Cine.

La persecución que no termina.

Durante las últimas décadas numerosos estudiosos y sobre todo estudiosas del cine y otras disciplinas han elaborado y siguen construyendo una teoría feminista para el cine, algo así como un mapa de la historia del cine donde colocar a la mujer desde un punto de vista ideológico y al mismo tiempo un intento de vislumbrar un posible cambio de rumbo respecto a esta posición. Muestra cómo el cine construye a la figura femenina y propone subvertir la manera en que se ha constituido históricamente la mirada cinematográfica en un sentido estrictamente masculino. Mucho se ha adelantado en los últimos 30 años, y desde luego mucho queda por hacer en un camino que nunca dejará de andarse, pero si algo se ha logrado en este tiempo es sin duda que la sociedad mire en esa dirección y reconozca la desigual realidad para hombres y mujeres.

Buena parte de la desigualdad entre un sexo y otro, tanto en la sociedad como en el cine en particular, viene dada por el trato que la mujer recibe del hombre, y varias películas se han hecho al respecto. Refugiado (Diego Lerman, 2014) entronca directamente con la línea que traza Iciar Bollaín en Te Doy Mis Ojos (2003) e incluso Benito Zambrano en Solas (1999). Pero a diferencia de los realizadores españoles, al argentino Diego Lerman no le preocupa ahondar en las relaciones de pareja, ni en el entorno familiar ni laboral, ni retratar el contexto social en el que está inserto el maltrato físico y psicológico constante a la mujer. En lugar de eso, busca el drama interior de la víctima directa –nada nuevo, por otra parte– y, lo mejor de la película, la dolorosa constatación de esa inocencia manchada para siempre de la otra víctima, el hijo de la mujer agredida.

CRÍTICA CINE: REFUGIADO

Matías vuelve de una fiesta de cumpleaños y al regresar a casa encuentra a su madre inconsciente en el suelo y rodeada de cristales ensangrentados. La madre y el niño son internados en un refugio para mujeres maltratadas, y allí pasarán los días hasta que ella decide enfrentarse al mundo exterior y comenzar a rehacer su vida. En la práctica la película se convierte en un ejercicio de mirada. El drama que sufre esta mujer lo vemos a través de los ojos de su hijo, que tiene que aprender a vivir con la sensación de peligro permanente, en una persecución constante en la que todo aquello que constituía su zona de confort es ahora territorio hostil. Pero además, nosotros como espectadores nos vemos sometidos a un experimento de resistencia de contemplación, al mirar lo que ocurre y revolvernos en la butaca. La puesta en escena de Lerman es obsesiva, jadeante. La cámara al hombro persigue en todo momento el rostro de dolor de Julieta Díaz, excelsa protagonista de un film agotador tanto física como psicológicamente. El director se recrea en el llanto y el sufrimiento físico de la madre, y lo contrapone al sufrimiento psicológico que el niño está acumulando de manera progresiva.

Es sin duda una película incómoda de ver, que huye de la autocomplacencia en la que se sitúan varios de los discursos fílmicos supuestamente feministas de los últimos tiempos, como por ejemplo el de las distintas adaptaciones cinematográficas (sueca primero, estadounidense después) de la novela Los Hombres Que No Amaban A Las Mujeres (Stieg Larsson, 2005) en el que se dibuja a una superheroína imposible que toma venganza personal de cada hombre que la toca, o el folletinesco retrato que Tarantino hace de la mujer luchadora en Death Proof (2007) y que sin embargo complementa con varias escenas en las que la mujer es representada de la manera más tradicional y usada como objeto. Refugiado concede a la mujer el papel de víctima para colocarla como sujeto de la acción dramática –no como objeto– y poner de relieve que este es el drama con el que cargan personas con una vida que vivir, algo que desgraciadamente todavía hace falta que nos recuerden.

Alexis Rodríguez (@AlexDeLargo)

@ColumnaZeroCine

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