CRÍTICA CINE: MIL VECES BUENAS NOCHES

Una crítica de Alverto Sánchez para ColumnaZero Cine.
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Una crítica de Alverto Sánchez para ColumnaZero Cine.
Una crítica de Alverto Sánchez para ColumnaZero Cine.

El precio de vivir al borde de la muerte.

No ha de ser fácil dar testimonio del mundo cuando aquello que documentas son miembros que descansan separados de sus correspondientes cuerpos. Tampoco ha de ser fácil amar a quien constantemente se expone a la muerte, especialmente si lo que hay entre ambos son kilómetros de distancia contados en miles.

Esta reflexión se encuadra en la creciente ola sociocultural que reclama los derechos humanos y la democracia en países asiáticos y africanos, así como en la discutida función del (foto)periodista y documentalista que trata de enseñar al mundo el sufrimiento de los otros, aquellos que ajenos a Occidente, viven la miseria enmascarada por conflictos religiosos.

Mil veces buenas noches (2013) es un drama contado desde Occidente, sesgado por la mirada de quien un día estuvo cerca de la piel de Rebecca, la protagonista. Éste es Erik Poppe, director del film. En los ochenta, antes de estudiar cinematografía en el Dramatiska Institutet de Estocolmo, Poppe fue reportero gráfico para el diario noruego Verdens Gang y la agencia Reuters. Rebecca, brillantemente interpretada por Juliette Binoche, es la cómplice que nos invita a habitar en primera persona sus reflexiones y luchas internas en un triángulo que se debate entre sus tres vértices: reportera gráfica, esposa y madre.

CRÍTICA CINE: MIL VECES BUENAS NOCHES

Es por tanto que esta vocación fotoperiodística se va a evidenciar en la construcción de la imagen del film. Un buen trabajo de nitidez, limpieza, iluminación, contraste y color que hace de cada fotograma una imagen digna, propia de World Press Photo. Si bien esa fotografía es la voz del mensaje y recuerda tanto al realismo y veracidad del fotoperiodismo, es un cuestionado ejercicio de planificación de planos lo que interpela a la crudeza de la trama y le resta fuerza  realista en un ejercicio del que, en la línea de lo que narra, se hubiese esperado más documental. Dejando a un lado la discusión realista, el formalismo de Mil veces buenas noches resulta interesante en la medida en que la explosión de una bomba es grabada a cámara lenta con planos detalle, o en la capacidad de capturar gran belleza formal en la preparación de un atentado suicida, entre otros ejemplos.

En la línea del realismo que plantea la trama, de nuevo encontramos otro elemento que noquea al naturalismo de la historia y es el excesivo dramatismo que se le añada al propio drama. El abuso de la banda sonora quita fuerza al propio drama al ser éste reforzado continuamente con música instrumental. Este exceso de dramatismo aleja la sensación de drama real del que la película viene a hablarnos. Se dramatiza el propio drama, anulando la realidad dramática, lo cual es un ejercicio contraproducente dado que puede dar lugar a entender el film en términos de drama ficticio y no en términos de drama realista.

Quizás Mil veces buenas noches despierte sentimientos encontrados en algunos, y diversidad de opiniones sobre la función del fotoperiodismo y cómo la película se refiere a él. No obstante, uno de los grandes logros de la película, y que debería ser muy tenido en cuenta sin que por ello se catalogase a la misma para bien o para mal, es que sin descuidar ninguno de sus aspectos, es capaz de dialogar con un público de masas  así como con la crítica especializada y el público alternativo. Esta gran ventaja, ya sea buscada o encontrada por casualidad, propone a su distribución grandes retos, pero quizás también grandes ventajas.

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Alverto Sánchez

@alberisonline

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