
Bienvenidos a la sociedad del capitalismo. Vuelve Gérard Depardieu.
Abel Ferrara (“Teniente Corrupto”, 1992) vuelve por los senderos de las historias de corrupción para contarnos una intimista mezcla de lo documentativo con una narración poderosa y provocativa.
El film está inspirado en el polémico suceso en el que se vio envuelto en 2011 el expresidente del FMI Dominique Strauss-Khan en el que fue acusado por asalto sexual a una empleada de un hotel de New York. Interpretada magistralmente por Gérard Depardieu, que muestra un personaje sin escrúpulos llevado al límite por una sensacionalista forma de mover la cámara, el film no tiene pudor, no existe ningún tipo de miramientos por contar lo sucedido de la forma que más se pueda acercar a la realidad, con una extrema violencia sexual que conduce de una forma peyorativa a su protagonista, a parecerse cada vez más a un animal, ayudado por el aspecto de Depardieu que con su sobrepeso acentúa más ese lado grotesco.
Una película que claramente no es para todo el mundo, pero que en cambio se antoja realmente necesaria para entender más los entresijos del funcionamiento de las altas esferas, las adicciones, y la psicopatía que deshumaniza a las personas que contemplan el poder entre sus narcisistas manos.
El director te va llevando poco a poco por el camino que quiere construir. Te engaña, te seduce enseñándote algo que te puede apetecer, una especie de golosina fácil de digerir, y que cuando ya lo estás degustando te somete a un cambio radical donde tendrás que resistir los continuos latigazos de realidad que te muestra, y que tu entereza como persona podrá o no querrá soportar, porque sinceramente, a pocos nos gusta saber que no somos tan buenos como pensamos.
Las escenas, los diálogos, las discusiones y hasta la forma de respirar son asfixiantes, pero siempre con un enorme hedor humano totalmente imprescindible durante todo el tratado, resaltando las esencias de lo macabro y sepulcro que es el ser humano cuando se somete a las leyes del dinero y el poder. Con un enorme deleite que nos ofrece el duelo interpretativo en las discusiones entre Depardieu y Bisset sobre el afán diferenciador de las clases altas y los considerados de baja clase, ofreciendo un desprecio por ellos tan alto como si se tratara de una autocomplacencia, una miga puesta para que ellos puedan manipular según dictaminen sus instintos.
Todo esto hace que haya que seguir con lupa cada uno de los diálogos, cada una de las acciones, para asimilar que Ferrara quiere acabar con todo aquello que odia, como se manifiesta en el prólogo de la película en boca de Depardieu.
Esto no es una simple película, es un decreto sobre la igualdad, sobre los derechos y una reivindicación de los aspectos que más nos deberían unir a todos. Con un especial cuidado al aspecto femenino, que debería agradecerse ya que es difícil tratar el asunto sin que pudiera quedar como algo despectivo. La separación que nos ofrece el director no es de género, sino de poder.
Un autentico legado político que debe estar presente en cada uno de los espectadores que se atrevan a arrojarse a ella.
[vsw id=»plcjtYvAWto» source=»youtube» width=»425″ height=»344″]
Miguel A. Postigo (@miguel_postigo)
@Columnazerocine