
Miradas sensibles a voces honestas.
Existe una mirada para cada color. Existen miradas penetrantes, elusivas y sugerentes, existen miradas lánguidas, incisivas y metódicas, miradas blanco hueso y miradas verde lima. La forma de mirar es el alma del cine y me refiero a un alma metafísica, pero también a una materia tangible que sustenta los elementos del relato, como el alma de un violín que soporta la presión de las cuerdas y evita que el sonido del instrumento sea débil y opaco.
En el documental Amy de Asif Kapadia la mirada es profunda, íntima y sensible. El director de la película nos describe a la cantante Amy Winehouse como un amigo de la infancia que conoce cada oscuro secreto y sin embargo manifiesta el apego que siente por una mujer magnética y feroz. Nos relata en detalle, gracias a una asombrosa labor de documentación, los años de infancia y adolescencia de la Reina del Soul en el suburbio de Southgate, al norte de Londres. También nos muestra el ascenso a la cumbre del éxito comercial, las secuelas de la drogadicción y, por último, la trágica canción de despedida. La narración resulta tan contundente que, transcurridas dos horas, el espectador regresa a casa con la sensación de conocer a Amy mejor que los adeptos que la rodeaban, como los peces limpiadores rodean las fauces de la ballena.
La biografía de la cantante es una enrevesada sucesión de luces y sombras que no necesita demasiados condimentos para cautivar a los comensales. Basta con recoger los testimonios oportunos, encontrar y ordenar las imágenes y tratar los temas que convergen en la historia de forma exhaustiva. Por supuesto, digo que basta de un modo sarcástico, pues el vigor poético de la biografía de Amy Winehouse no resta méritos a la formidable tarea de Asif Kapadia. El autor de la emocionante Senna (2010) –centrada en el prestigioso piloto de carreras Ayrton Senna- presenta de manera rigurosa cada arista del relato.
Desde el primer minuto intuimos que la infancia marca el amargo devenir de la cantante, sobre todo debido a la ausencia del padre, un hombre que Amy adora y que, sin embargo, permanece distanciado de la familia hasta que el talento de la chica londinense logra ser un negocio rentable. En diversas ocasiones la cantante identifica la carencia de una figura paternal como el origen de sus tortuosas relaciones sentimentales y su tendencia a la promiscuidad.
La fama tampoco favorece a Amy, interesada en escribir letras y cantar canciones antes que en escalar los peldaños del éxito. Los oportunistas –entre ellos allegados y antiguos amantes- entran en escena. Y la prensa emprende la rutinaria persecución de la noticia, acechando en cada esquina y disfrutando de la conducta destructiva de la cantante, como animales hambrientos frente a la presa herida. La mirada moralista de los fotógrafos sentencia a la Reina del Soul. El discurso mediático elude las complicaciones y opta por el retrato bidimensional y la descripción de escasos adjetivos. El titular es sencillo: Amy Winehouse, la celebridad yonqui.
Pero gracias a la obra de Asif Kapadia la chica de Southgate regresa a la vida, no como la cantante adicta a las drogas que presentaban los medios sensacionalistas, sino como una mujer vulnerable de un inmenso talento, como un ser indómito de una honestidad radical. Una honestidad patente en cada acto y en cada frase. Así que no duden en comprar una entrada, pues en una sociedad regida por el cinismo, las voces honestas merecen ser escuchadas.
Adrián Abril (@PublioElio_)
@ColumnaZeroCine