
Este pasado domingo vi la película “Palmeras en la Nieve” del director Fernando González Molina. Más allá de la trama amorosa me dejó una profunda reflexión a raíz de una de las frases de los protagonistas, “cuando los elefantes pelean sólo la hierba es la que sufre”. Y tristemente esto es lo que ha sido, es y será la administración política del poder cuando se lleva a cabo por aquellos que no tienen una visión profunda y amplia de la humanidad, movidos por intereses particulares y partidistas, con el único fin de alcanzar su propio poder.
La descolonización en el S.XX dejó muestra de ello: Las políticas radicales, o absolutistas, que negaban los derechos y libertades humanas en los territorios ocupados llevaron a la reacción del levantamiento político de quienes se consideraban soberanos de su comunidad política. El producto de todo esto fueron guerras, terrorismo e incuantificables muertos durante la descolonización del norte de áfrica. Países que cortaron su relación con la metrópoli de la que formaron parte. Países que se hundieron en profundas crisis económicas, políticas y sociales, y muchos de los cuales aún cincuenta años después de su independencia siguen sumidas en el denominado tercer mundo, ¿Y todo esto por qué? Por alcanzar una supuesta Libertad. Pero, ¿Es libre quien no tiene para educación? ¿Es libre quien no tiene derecho a un Juez imparcial? ¿Hay libertad para sus ciudadanos en un país donde las empresas se controlan por una sola familia?
La triste repetición cíclica de la historia nos ha mostrado como el ser humano, anhelando causas egoístas propiciadas por líderes que sólo ansían poder para sí, terminaron con el tejido industrial, político o social de sus pueblos. Posiblemente la descolonización era necesaria para los territorios ocupados pero una descolonización no forjada desde el odio hubiera traído mayor prosperidad a las naciones que anhelaban libertad y que por el ego del líder trajo mayores cuotas pobreza y esclavitud, ¿para quién? Para los de siempre, la gente.
Esta preocupante paradoja emancipadora parece que la repetimos no lejos en el tiempo ni en la distancia: venimos a revivirla en España y en particular en Cataluña. La ceguera de unos dirigentes del Estado que han sido incapaces de ver como se avecinaba un problema social, que lejos de menguar se ha incrementado por distintas causas (emocionales, políticas, económicas) son hoy los responsables de la presente realidad. Las debilidades del Estado español, entre las que podemos destacar un Tribunal Constitucional escogido por la política, un Poder Judicial que elige a su cúpula judicial por los políticos a dedo, un Congreso donde priman las listas del partido en detrimento de la virtud del congresista, un Senado híbrido que no conlleva una representación territorial, una descentralización del Estado asimétrica que beneficia a unas comunidades autónomas frente a otras, han sido el germen para que la demagogia sea una realidad en una región que, como en las colonias ayer, viene a reclamar una supuesta Libertad.
No son las virtudes de España las que invitan a la gente de Cataluña a seguir en la nación más vieja de Europa, sino que son sus defectos no solucionados, ahora engrandecidos y alimentados desde la demagogia, los que olvidan que nos necesitamos unidos para trabajar juntos por una indivisible realidad, un destino común: la imparable globalización y los retos del S.XXI.
Y me pregunto, ¿Qué pasará después? ¿Qué pasará cuando los políticos busquen vencedores y vencidos? ¿Buenos y malos? Pasará lo de siempre: Una clase política dirigente se aprovechará de nosotros, la gente, para manipular y padecer sus ocurrencias, aunque cueste años de pobreza lejos de tan imaginaria Libertad, olvidando: “Que solo el diálogo será el camino para la paz”, Papa Francisco.
Juan Gonzalo Ospina Serrano
Abogado – Politólogo