
Una antigua central térmica, construida en 1953, abandonada en la década de los 80, y renovada en 2004 para convertirse en lo que es hoy, alberga el que, probablemente, sea el club con la política de entrada más aleatoria del mundo. Berghain, llamado así debido a la fusión de los nombres de los dos barrios con los que limita, Kreuzberg y Friedrichsain, se ha convertido en leyenda y centro de peregrinación para los entusiastas del techno.
Berlín es considerada por muchos la capital del techno y, como cabe esperar, allí se encuentra el club más famoso del mundo. Berghain es un enorme edificio, cercano a la Ostbahnhof (la estación de trenes), rediseñado como discoteca que, cada fin de semana, recibe la visita de miles de personas, tanto locales como turistas, ansiosas por entrar al recinto y bailar hasta que el cuerpo pida tregua.
Sin embargo, la entrada no es tarea fácil. Colas infinitas, tan grandes como la reputación del propio local, en las que hay que esperar horas y que en invierno pueden convertirse en un auténtico calvario debido a las bajas temperaturas que te cortan la piel, son el prefacio para llegar a la puerta.
Allí, cada noche, con sus piercings, su cara tatuada, y una mirada capaz de congelarte el alma, espera Sven Marquardt, uno de los rostros más populares de la noche berlinesa. El portero de Berghain, que a su vez es un fotógrafo de reconocido talento no solo en Alemania sino en buena parte del mundo, es leyenda viva de este local, e incluso ha publicado sus memorias no hace mucho. “Die Nacht ist Leben” (La Noche es Vida) es el título con el que comercializa su biografía.

Él, junto a su equipo de seguridad, impone su misterioso criterio y decide quién entra y quién ve cómo su sueño de entrar al templo del techno se hace añicos. Gente que ha pagado carísimos billetes de avión solo para pasar un fin de semana bajo los altos techos de sus salas se queda fuera con solo un gesto de Marquardt. Nadie sabe en qué basa su decisión. Unos sostienen que en la ropa, otros dicen que en la actitud y la mirada a la hora de enfrentarse a su juicio incontestable, aunque la opinión más extendida es que no hay criterio. Es un enigma. Hasta se ha creado una aplicación móvil, de dudosa credibilidad, que aconseja a los usuarios desde cómo vestir hasta cómo comportarse para poder entrar.

Berghain se divide en tres salas. Una principal con capacidad para 1500 personas, donde se pincha techno a todo meter. Otra, en la parte superior, es el Panorama Bar, donde suena música house y cuando llega la noche hasta las persianas bailan al ritmo electrónico de la música y, por último, bajando una escalera de acero que lleva a la planta baja, se encuentra Lab.Oratory, donde reinan el sexo, el desenfreno y los cuartos oscuros. Una vez dentro casi todo está permitido, excepto sacar fotos o vídeos. No hay espejos en ningún lugar del edificio, ni en los baños que, por cierto, son mixtos. No hay zona VIP, en Berghain todos respiran el mismo aire viciado, cargado de humo y sudor. No hay coctelería cara.
Abre todos los días, pero el sábado por la noche empieza una carrera de fondo que no para hasta el lunes por la mañana. 36 horas de música y libertad casi absoluta. Aquí se dan cita algunos de los dj’s más famosos de la escena underground mundial, tanto los invitados como los habituales son de primera línea y, según los entendidos, el club berlinés tiene al mejor equipo de residentes que se haya reunido jamás.

Berghain, no es solo meca del techno y símbolo indiscutible de la noche de Berlín, sino que también mantiene una estrecha relación con la cultura y la estética del movimiento underground. Además de convertirse cada noche en una bacanal de música y descontrol, la discoteca ha llevado su programación más allá y ha albergado diferentes ballets, exposiciones de arte, y numerosos conciertos en vivo. Asimismo, el club tiene su propio sello discográfico, Ostgut Tonträger, y una performance llamada Masse, junto con el Ballet Estatal de Berlín. Gracias a la celebración de todo tipo de eventos cuidadosamente seleccionados, se da una fuerte corriente contracultural.
Los afortunados que han pasado el minucioso filtro de Sven Marquardt aseguran que dentro de los muros de Berghain el tiempo se para, se pierde la noción. No sabes si fuera ya es de día o aun no ha salido el sol. La única señal de que el tiempo pasa dentro de este templo de la música electrónica es el cansancio, la fatiga que va a apareciendo a causa del incesante movimiento al que tu cuerpo cede sometido por los profundos bajos del techno. Pero siempre recuerdan que, aunque ya hayas entrado una vez, Marquardt siempre tiene la última palabra.
Sergio del Pino